domingo, 31 de mayo de 2015

verdad triple


 
   Toda verdad es triple, toda pregunta es triple y toda respuesta es triple.
   Debes antes que otra cosa, aprender a preguntar. De otro modo no obtendrás respuesta. Aprende a preguntar de una sola manera, es decir, triplemente.
   La razón verdadera en el corazón falso, produce la hipocresía.
   El sentimiento verdadero en la cabeza falsa, produce la
estupidez.
   La acción verdadera en la cabeza falsa, produce el regreso de la acción y en el corazón falso, la humillación.
   Si falsa es la acción y la cabeza verdadera, el vacío ira adelante.
   Cuando la cabeza, el corazón y la acción est n falseados,
según las proporcione de la mezcla, producir n la venganza, la envidia, la desazón, el aburrimiento y el "no".
   Dice "si" quien piensa, siente y actua verdaderamente y "verdaderamente" va en dirección única, que es triple.
   Has de saber finalmente que la pregunta es por el individuo en proceso y desde perspectivas diferentes.
El individuo es estático, el proceso es dinámico y las perspectivas dependen del interés de quien pregunta.

lunes, 28 de abril de 2014

"El espacio, esa ilusión creada por el Tiempo"..


Carros en el cielo.

Había en las noches de Corfú una singular luminosidad, como si en la oscuridad perdurara todavía la intensa, seca luz del sol mediterráneo, despojado de su fuego por la brisa marina.
Durante el día, el verde y el marrón de los interminables olivares refulgía en las cuestas de los cerros y las lomas, aquí y allá una mota blanca señalaba la presencia de alguna casa y el viento traía cada tanto las voces de los campesinos que se saludaban, cantaban o espoleaban de ese modo a sus pollinos.
¡ Kalimera ! ¡ Kalispera ! Parakaló... La métrica del idioma griego bailaba en el aire polvoriento, entraba por las ventanas de las casas en las que se alojaban y parecía mezclarse con las ensaladas de queso de cabra, aceitunas, albahaca y fiambre y con las aromáticas " brochettes " de carne de cordero con cebolla y pimiento que eran los platos más habituales del menú.
El conjunto de cinco casas, en pleno campo, a varios kilómetros de distancia de la ciudad de Corfú, - una isla a mitad de camino entre el puerto italiano de Bríndisi, en el sur de Italia, y Atenas - , reunía todas las condiciones para el programa de investigaciones teórico-prácticas propuesto. A lo largo de seis meses, en camadas de quince participantes que permanecían dos semanas en el lugar, gente llegada de Sudamérica, Estados Unidos y Europa tenía la oportunidad de ampliar sus conocimientos en torno al esquema del siquismo y de profundizar en el manejo de las distintas técnicas de auto-conocimiento y ampliación de la conciencia.
Al regresar a sus lugares de origen, transmitían esos estudios y experiencias a otros. El objetivo era verificar la validez de aspectos básicos de la teoría de la conciencia y del comportamiento, sobre la cual se había venido trabajando sin interrupción desde hacía más de doce años.
Aquella noche, luego de una cena en la que había surgido como tema único la historia del pueblo griego, su influencia decisiva en la formación de la civilización occidental y la configuración de sus mitos y leyendas, ambos salieron al balcón de la única casa de dos plantas del lugar. El cielo nocturno era sin duda la obra de un dios alegre y luminoso, pensó, o mejor dicho, de una cooperativa de dioses. El aire diáfano multiplicaba la luz de la luna y millones de estrellas danzaban al son de la flauta del dios Pan.
Durante un largo rato permanecieron en aquella penumbra sin hablar, escuchando el silencio, gozando con aquella lejanísima perfección. Recordó aquel bellísimo texto del desafortunado Nietzsche, " La segunda canción del baile ": ¡Oh hombre! ¡Presta atención! ¿Qué dice la profunda medianoche? “Yo dormía, yo dormía, - De un profundo soñar me he despertado: El mundo es profundo. Y más profundo de lo que el día ha pensado. Profundo es su dolor, -- El placer -- es más profundo aun que el sufrimiento: El dolor dice: ¡Pasa! Mas todo placer quiere eternidad, - ¡quiere profunda, profunda eternidad! ".
La voz de Irmao, apenas más alta que un murmullo, lo sacó de su rememoración.
- ¡Qué interesante este decorado! Verdaderamente está muy bien hechito. ¿No te parece?
No supo qué decir, y entonces luego de una pausa él continuó:
- Imagínate que fuéramos miembros de una civilización con un grado de desarrollo científico y técnico diez mil veces superior al actual, existente dentro de mil o dos mil años. Junto con otros especialistas, se nos ha encomendado la misión de poner en marcha un experimento en algún lugar del sistema solar, con condiciones mínimas para la aparición y el desarrollo de formas de vida animada. Luego de los estudios del caso, habiéndose definido las matrices correspondientes, el ambiente necesario, la base material y los rangos o umbrales entre los cuales podrán moverse las diferentes especies, se prepara el lugar y se crea la atmósfera apropiada al tipo de seres que serán sembrados allí. Se establece un programa de visitas dentro de un calendario mayor que incluye los ciclos y los ritmos previstos para las distintas especies. Ese calendario, claro está, se despliega en tiempos larguísimos, que superan nuestro tiempo de vida personal, aún cuando ya la ciencia permita alcanzar una longevidad impensable hoy. ¿Me vas siguiendo? Visto desde los seres que van a desarrollarse en ese planeta que será su "hábitat”, todo lo que allí existe formará parte de un paisaje, de un "mundo”, tanto desde el punto de vista de las necesidades de supervivencia como así también desde una perspectiva de paisaje, desde una perspectiva estética, por ejemplo, si es que algunas de esas criaturas pudiera generar un discernir desde un emplazamiento de ese tipo.
Desde la otra perspectiva, la de los creadores, podría asimilarse todo aquello a una suerte de escenografía montada en un teatro para que los protagonistas de una obra puedan desarrollar un argumento determinado. Solo que en este caso, lo que se denomina "argumento" será un objetivo, una tendencia, un punto de destino que no se podrá alcanzar siguiendo una precisa línea recta, sino con avances, detenimientos y retrocesos producidos por las innumerables generaciones de actores que participan en su devenir.
- ¿Por qué no podrían seguir un libreto y listo? Se llegaría mucho más rápidamente al objetivo trazado. ¿O acaso se les olvida la letra y necesitan un apuntador? , no pude dejar de asociar con muchas de las explicaciones dadas en mitos y leyendas acerca de "la caída", y "el olvido del verdadero origen" atribuidos a nosotros, los seres humanos.
- Supongamos que se contara solamente con un núcleo argumental, una matriz de "n" posibilidades divergentes, y no con una secuencia estrictamente prefijada. En tal caso, el proyecto tendría, para los responsables de formularlo y llevarlo adelante, una cualidad absolutamente diferente a la de un libreto previsto en todos sus detalles.
- Suena como una suerte de novela de intrigas a nivel cósmico, una mezcla de teología con ciencia-ficción y novela policial, dije, sin poder alejarme mucho de las asociaciones con el tema teatral.
- Claro, la otra forma sería una aburridera total. ¿Irías a ver una obra en la que nada te sorprendiera, en la que supieras todo de antemano, en la que no tuvieras ninguna elección, ninguna opción? ¡Eso sí que sería como llevar la muerte en el alma! Ahora, imagínate a la gente de esa civilización tan extraordinaria teniendo entre manos la posibilidad de crear una o varias formas de vida. ¿Qué gracia tendría para ellos embarcarse en semejantes previsibilidades?
- ¿Cuál sería allí el factor fundamental, aquel que tendrían que introducir en esas matrices para producir esa rareza cósmica?
- La libertad. Es decir, la posibilidad y la necesidad de elegir entre diversas opciones, de acertar y equivocarse y, en ambos casos, aprender.
- ¿De esa manera no estarían poniendo en riesgo todo el proyecto? ¿Qué pasaría si la matriz principal fracasara, si los protagonistas no recordaran el núcleo argumental para orientarse en la dirección en la cual fueron lanzados?
- Probablemente, ese riesgo estaría presente a lo largo de todo el proceso. En algunos momentos, podrían producirse encrucijadas, situaciones de máxima crisis y riesgo para la especie en cuestión. Pero pienso que seres capaces de poner en marcha semejantes cosas, deberían ser totalmente libres y bastante arbitrarios, al menos desde el punto de vista de las criaturas objeto de su proyecto, dijo, y a pesar de la oscuridad pude notar que sonreía. En todo caso, no sería del todo descabellado pensar que se habrían reservado la opción de intervenir ocasionalmente en el proceso, para producir “shocks” de pasaje a otro nivel cualitativo o para evitar catástrofes, precisamente mediante esas intervenciones.
- ¡Ah! , menos mal, eso ya es otra cosa, exclamé aliviado, sin saber muy bien porqué. Además, como viven tanto tiempo, pueden viajar varias veces hasta el lugar para ver cómo están yendo las cosas. Y después pueden venir otros y así siguiendo, dije e inmediatamente caí en cuenta que había dicho "venir", en lugar de "ir". Seguramente que con semejante tecnología podrían atravesar distancias enormes en muy poco tiempo.
- ¡Por supuesto! Además, recuerda que en los viajes espaciales la velocidad modifica el transcurrir del tiempo tal cual lo medimos nosotros. A mayor velocidad, menor tiempo transcurrido, de tal modo que alguien que por ejemplo permaneciera en el espacio, sin estar sometido a la fuerza de gravedad de este planeta durante diez años del tiempo de calendario, al regresar sería solamente tres o cuatro años más viejo que cuando partió de la Tierra. ¿No te parece un tema en el cual habría que detenerse mucho a pensar?
- ¡Si yo fuera de verdad uno de esos que viven en el futuro, viajaría mucho de un planeta a otro! De ese modo no envejecería nunca y hasta podría llegar a ser inmortal, como cuentan en los mitos acerca de la mayoría de los dioses.
- No es una mala idea. Advertirías entonces que el espacio es solamente una variación del tiempo.
- No entiendo.
- ¿ Qué sucedería si existieran seres que se manifiestan, que se hacen visibles en puntos localizados del espacio, pero cuya modalidad de existencia es substancialmente la temporalidad, y que merced a eso son capaces de trasladarse, de navegar en ese fluir de la corriente del tiempo hasta arribar a una playa de la espacialidad, a un punto de conjunción ? Es como si dijéramos que el espacio es, en ultimísima reducción, una creación del tiempo, una suerte de ilusión necesaria para la manifestación de lo existente, para la expresión y el desarrollo de diferentes formas individualizables, de una vida universal que de esa manera se expande eterna e infinitamente. ¿Qué consecuencias tendría para la mentalidad del hombre común, del ciudadano medio, el hecho de aceptar, -aunque más no fuera por un instante-, tal hipótesis?
- Podría enloquecer, me parece. Se le quemarían los fusibles, entraría en cortocircuito.
- Sin embargo, muchísima gente -mucha más gente de la que se supone- cree en la existencia de los platos voladores. Y cada vez más, a medida que la ciencia avanza y la superstición la acompaña.
- Claro, pero eso es más lógico si se quiere, respondí, porque los extraterrestres pueden venir de otros planetas, han resuelto problemas que nuestros científicos aun no saben siquiera cómo formular.
- Ajá. Eso que dices es muy razonable, por cuanto la gente va de un punto a otro y además puede ver el espacio, tanto el que está vacío como aquel que está ocupado por algún objeto. De manera que no hay mayor problema en imaginar un vehículo que se traslada en el espacio, en este caso la diferencia con los vehículos conocidos sería que tiene que recorrer distancias fuera de la medida humana, o al menos que no están al alcance de la tecnología humana actual.
- Algo así. Claro que si un hombre de hace dos mil años hubiera visto a través de una pantalla de televisión la llegada de los astronautas norteamericanos a la luna, hubiera pensado que eso que está sucediendo no es obra de sus congéneres sino de seres superiores, de dioses o semidioses. No, no le entraría otra idea en su cabezota, y si sucediera lo contrario, se cuidaría muy bien de comentarlo con alguien; lo tomarían por loco y lo encerrarían inmediatamente o hasta sería posible que lo mataran para prevenir que pudiera iniciarse una epidemia.
- Difícil, sí, dada su base psicobiológica, su sistema de creencias y su paisaje cotidiano. Pero en cuanto al hecho de ver el espacio, los objetos y las personas y las distancias que median entre todos ellos, no habría ninguna diferencia con el hombre contemporáneo. Y en ambos casos, ninguno puede "ver" el tiempo. Me refiero al tiempo interno de todo lo viviente, no al tiempo lineal formalizado y organizado en períodos, imprescindible para la regulación de las actividades humanas. ¿Cómo si no podríamos abordar un tren o un avión?, ~ para dar un ejemplo del mundo del transporte ~. ¿Sabías que ya hay científicos investigando en la línea de la posibilidad del traslado de objetos por desmaterialización? ¡Y por cierto, no te estoy hablando de prácticas espíritas! , agregó riendo.
- No tenía la menor idea. ¿De dónde parten?
- Entre otras cosas, de la forma en que se traslada la imagen televisiva. También, por supuesto, de las experimentos realizados en los ciclotrones consistentes en transmutaciones de la materia por aceleración de partículas y subpartículas. Es decir, todo aquello que comenzó con la fusión y la fisión atómica, continúa desarrollándose en muchas direcciones simultáneamente. En el caso de las transmisiones televisivas, a la imagen que se toma en un punto se la des-construye, transformándola en impulsos eléctricos que viajan a través de la red hasta llegar al receptor de televisión. Ese aparato tiene la aptitud de reconstruir nuevamente la imagen, a muchísima distancia del sitio físico en el cual el objeto o la persona se encuentran en ese mismo instante.
- Pero trasladar el objeto es algo muy diferente. ¿Podrían trasladar una nuez o una ardilla, o ambas, desde aquí hasta Toronto, por ejemplo?
- Primero lo harán con los objetos, en distancias inifinitesimales. Luego irán ampliando las distancias. Hasta que un día lograrán enviar un objeto de un continente al otro, y así seguirán hasta enviar objetos a otros planetas y luego naves de exploración. No habrá más problemas con los combustibles y las cargas, estará resuelto el problema de las decenas o cientos de años necesarios para recorrer distancias galácticas o intergalácticas.
- No puedo imaginar semejante cosa. ¿Cómo lo harán ?
- La idea no es complicada, pero la ejecución requiere de una sofisticación y complejidad extraordinaria en los procedimientos y los dispositivos y equipos a utilizarse: harán "como si" el espacio no existiera. De ese modo, desaparecerán las distancias. Será suficiente con poder manipular el tiempo.
- ¡Quisiera vivir lo suficiente para poder ver semejante maravilla !
- Para eso, tendrías que conseguir un lugar en alguno de esos carros que se ven en los cielos, esos que viajan en el tiempo. Logró que la risa no se transformara en abierta carcajada y entonces exclamó: ¡Mira, allí precisamente va uno! Señalaba hacia un punto de luz que se movía allá en lo alto, en lo profundo del cielo estrellado. ¡Qué gracioso! , hay dos mirando hacia aquí a través de las ventanillas. " ¡ Jefe, jefe, fíjese en esos dos, ahí abajo, en un balcón! ", " Ya los veo, sí, claro, somos nosotros ~ le responde el capitán ~, nosotros dos en el pasado ”.
Cuando dejaron de reír como dos niños, sintió que algo muy sutil se había instalado allí, una presencia viva que ocupaba plenamente todo el espacio.
Se escuchó hablar, al tiempo que experimentaba que las palabras provenían de una inconmensurable lejanía. Más allá de su memoria personal, desde otro tiempo, le llegaba en suave oleada el recuerdo de algo profundamente olvidado. Cuando preguntó, supo que ya conocía la respuesta.
- Irmao, esos seres cuya substancia es tiempo y libertad: ¿ por qué y para qué harían todo lo que hacen ?
- Porque como muy bien señaló aquel gran pensador y científico francés, Henri Bergson: ¿ qué otro sentido, qué otra finalidad podría tener el Universo sino la de ser una máquina de hacer dioses?"

martes, 15 de mayo de 2012

Pecados



AVARICIA

El avaro nunca está satisfecho.
Por más que tenga lo suficiente para ser feliz, siempre se siente
inseguro.

Él desearía tener y retener sin jamás dar. Lo que es tan
imposible como subir una escalera para abajo. Dar y recibir van juntos.

Pero el avaro acumula, se apega a las riquezas. Nunca son suficientes.
Tiene miedo y desconfía de todo el mundo. Vive quejándose y de mal
humor, como el Tío Rico del Pato Donald, que aunque nade en
montañas de monedas siempre está refunfuñando.

El dinero nació para circular, pero como el avaro lo retiene no puede
hacer otra cosa más que sufrir. Es un sufrimiento inútil, porque
el dinero –como tantas otras cosas- va y viene.

La avaricia da origen al usurero, al tacaño, al mezquino pero su
raíz esencial es el miedo. Engendra la avidez y la ansiedad, el
cáncer y el estreñimiento. Vuelve rígidas las articulaciones y
las arterias, seca la piel.

El apego al dinero y las riquezas torna a las personas infelices y
solitarias.

"Tener dinero calma los nervios"- dicen. Pero aquellos que se
apegan a él viven todo el tiempo pendientes y siempre están
nerviosos. Lamentándose constantemente de que nadie los quiere.

Lo contrario de la avaricia es la generosidad.

En el budismo existe el concepto de Fuse (dar, don, donativo) que se
basa en el principio de comunión con todos los seres. Dar y recibir
es la ley fundamental de la naturaleza.

El monje Ryokan * vivía en su choza de paja. Una noche entró un
ladrón pero quedó completamente sorprendido. Allí no había
nada, apenas un hombre cubierto con una manta. Dijo Ryokan: "Debes
haber andado mucho para llegar hasta aquí. No te vayas con las manos
vacías. Toma, llévate mi manta."

El ladrón tomó la manta y huyó. Desvelado, Ryokan se asomó a
la ventana y mirando el cielo nocturno pensó: "Lástima no
poder darle también esa hermosa luna".

Un avaro jamás podrá tener una felicidad tan grande, simple y
maravillosa.

LUJURIA

Si el orgulloso se infla y el avaro se endurece, el lujurioso en cambio
se derrite.

Un perro se para donde hay una perra, pero al lascivo se lo puede ver
rondando los Porno Shops y los cinemas en donde se exhiben filmes
condicionados.

La lujuria inventó la pornografía. Pertenece a las zonas oscuras
de la humanidad y sus cultores viven en las sombras.

El lujurioso es un enfermo al que se le cae la baba, y su padecimiento
es jamás alcanzar lo que desea. Siempre deseando. Siempre
insatisfecho

Raras veces concreta una verdadera relación sexual, porque cuando lo
intenta, o bien de derrite en una eyaculación precoz o bien termina
sucumbiendo en la soledad de la masturbación.

El erotismo es una parte importante de las relaciones sexuales. Los
pueblos orientales que no tienen tabúes religiosos, han hecho de
él un arte. El Yoga Tantra y la maestría de las Geishas son un
buen ejemplo de ello. Pero el libidinoso escucha la palabra Kama Sutra y
ya comienza a tocarse.

Para evitar estas desviaciones de las conductas humanas, algunas
religiones crearon códigos de moral legislando sobre lo que debe y no
debe hacerse. El Budismo, en cambio, no dice "esto está bien,
esto está mal". Simplemente permite la libre acción en la que
cada uno ha de hacerse responsable de sus actos.

En la antigua China, una acaudalada dama mantenía a un monje en una
apartada cabaña de su propiedad. Semanalmente le hacía llegar
alimentos con un criado. Así pasaron años. Un día, queriendo
comprobar qué progresos había hecho el monje, le envió una
cortesana con instrucciones precisas de seducirlo.

Cuando la mujer intentó abrazarlo el monje se retrajo y respondió:
"Después de tres años y medio, la rama de este árbol
está completamente seca."

La cortesana relató lo sucedido a la dama, quién exclamó:
"¡Qué falta de compasión!" Al día siguiente, echó al
monje de sus tierras y le prendió fuego a la cabaña.

Una auténtica vida sana conserva el equilibrio entre el puritanismo y
la lujuria.

ENVIDIA

Jamás se vio a una vaca intentando volar o a un pájaro tratando de
aprender a ladrar. ¿Qué loco sería, no?

Pero los seres humanos llevan la envidia, la comparación y la
competencia hasta límites increíbles, procurando obtener aquello
que el otro posee.

La envidia es la idealización de lo ajeno. Es vivir pendiente de los
otros, comparando siempre lo que uno posee con lo de los demás.

Si se les pregunta, la mayoría dirá que la envidia es un
sentimiento natural y hasta habrá quienes afirmen que tener un poco
de envidia es sano.

Lo que ocurre es que la envidia es un especie de "mosquita
muerta" de inocente apariencia. No reluce. No tiene la actitud
prepotente de la soberbia, ni los ojos vidriosos de la lujuria. Pero en
pequeñas dosis homeopáticas va envileciendo la sangre y
carcomiendo las entrañas. Promueve la ambición y genera los celos.

La envidia no se ve, va por dentro, trabajando despacito, sutilmente.
Pero termina oscureciendo la mirada y es uno de los causantes de los
problemas cardíacos.

El común de las personas vive pendiente de la mirada de los otros,
midiendo, evaluando, comparándose con los otros. Así surge el
más y el menos, el mejor y el peor.

El deseo ardiente de ser como el otro conduce a las personas a pasiones
desordenadas, a la cárcel, al sillón del cirujano o, en el mejor
de los casos, al oscuro rincón de la infelicidad.

Nadie quiere quedar rezagado y se lanzan unos contra otros en una lucha
sin fin. Son como las bolas del billar con troneras. Chocando,
empujándose, rebotando contra las bandas y volviendo a chocar. ¿Y
todo para qué? Para terminar en un agujero.

Lo que es verdaderamente tuyo no puede perderse.

Después de todo, en el aire los pájaros están volando como
pájaros. En el agua los peces están nadando como peces.

GULA

El hambre agradece un trozo de pan. Y la sed, un vaso de agua. Pero un
mar de agua es una inundación y el comer desmedidamente produce
serios trastornos en el organismo.

El goloso vive pellizcando. Eso, en sí mismo, no sería un
problema. El problema reside en que no puede detenerse.

La gula es un barril sin fondo. Un pozo que no se llena nunca.

Y como no se llena nunca, el goloso anda siempre deseando, dominado por
el apetito. Vive fascinado por las golosinas y los manjares. Y la
mayoría de las veces –mientras pueda "picotear"- parece
feliz.

Sin embargo, la falta de moderación en el comer y el beber conducen a
la enfermedad. En los tiempos modernos, en donde todo se ha acelerado,
la fast food (¿fat food?) brinda una satisfacción inmediata a
nuestros deseos. Pero también produce la Bulimia.

El bulímico es un goloso con culpa. Vive en un círculo vicioso que
consiste en comer-sentirse culpable-vomitar-volver a comer para sentirse
mejor. Esto, que parece un mal de nuestros días, ya fue anunciado por
el filósofo chino Confucio cuando dijo: "Los manjares se
convierten en enfermedad."

El bien se transforma en mal. El mal en bien. Los gordos no siempre son
golosos. Ni los golosos, gordos. También hay flacos famélicos que
viven pendientes de la comida.

La condición de flaco o de gordo, nada tienen que ver con la gula y
son características naturales de los seres humanos. Naturalmente, por
genética familiar, somos como somos. Si te tocó ser gordo o gorda,
disfrútalo. Aunque no esté de moda. Eso si, evita el sobrepeso de
la gula.

Hay un ideograma chino –que en japonés se pronuncia WA- que
significa tanto gordo, como feliz o armonioso. Se me ocurre que el Buda
no era tan gordo como aparece en las estatuas, pienso que esa ha sido
una licencia de los escultores para enfatizar su condición de persona
feliz y armoniosa.

Aunque no se sepa nada de la historia de este hombre, al contemplar su
figura uno puede ver en ella armonía y templanza.

Lo opuesto a la gula es la templanza.

LA IRA

La ira es roja.
Y ni el más santo entre los santos puede escapar de ella. Es una
fuerza poderosa. Un remolino de fuego. Un furor devastador e
incontenible.

Aparece súbitamente, como una mala noticia. Surge desde lo más
hondo de las entrañas, se expande hacia las extremidades y estalla en
gritos, golpes de puño y patadas. Nadie se salva. Nada queda igual
después de un estallido de cólera.

La ira deja siempre un tendal de dolor y sufrimiento.

Al colérico le hierve la sangre, se irrita con facilidad y en todo
momento está dispuesto para la pelea. Para él, cada día es una
batalla. Le sobra energía. Tiene siempre calor, detesta que lo
contradigan y no sabe esperar. Es impulsivo, irritable y violento, y sus
explosiones son espectaculares.

Pero la ira, el enojo y la rabia no se limitan a un determinado tipo de
personalidad. Puede ocurrirle a cualquiera, en cualquier momento. Y
nadie está exento. Sus raíces profundas nacen del deseo, y la
materia prima es la frustración.

Asociada casi siempre con el poder, cuando este último se ve
amenazado o contrariado, la ira se manifiesta. Es la guerra. Por un
"quítame de ahí esas pajas" la furia se desata. Es la
expansión Hitleriana, las bombas estallando en Hiroshima y Nagasaki,
los aviones estrellándose contra las torres gemelas de Nueva York. La
destrucción y el dolor que dejan la violencia desatada, son
irreparables.

El ser humano destruye lo que odia pero también lo que ama.

Hace un tiempo, un hombre vino a verme y me confesó que tenía
frecuentes ataques de violencia. La volcaba en su familia y en el
trabajo. Sufría por ello.
Le sugerí que no intentase reprimirla, puesto que al hacerlo la
energía se potencia. Debía darle un cauce diferente. Le mostré
entonces un ejercicio para que practicara durante los ataques.

Después se fue a vivir al extranjero y lo perdí de vista. Hace
poco recibí un e-mail suyo en donde me decía: "El ejercicio
funciona. ¡Que alivio!"

Aprender a canalizar nuestra energía es importante. Si bien se mira,
un cuchillo no es ni bueno ni malo. Puede matar o curar.

PEREZA

La pereza nace de la ignorancia.
Brota en los tiempos libres, y es el pasatiempo de los tímidos y los
ilusos. Sus días preferidos son los domingos y los feriados.

La pereza es la madre del "después" y el "más
tarde". Posterga las acciones pero también acorta la vida.

Sin ser verdaderamente pesada, nos aplasta con su goma pegajosa y nos
desmenuza en bostezos hasta hacernos lagrimear. Al principio es dulce,
pero muy rápidamente se vuelve empalagosa como una tía besucona.

No debe confundírsela con el ocio, que es otra cosa. En el ocio, la
energía está en reposo. En la pereza, en cambio, está
estancada. Fluye con dificultad en círculos concéntricos y no
llega a expresarse. La cabeza está activa, pero el cuerpo no
responde. Es como una casa abandonada. Y, ya se sabe, cuando la casa
está abandonada es fácil que entren malhechores y alimañas.

La pereza es una puerta abierta a todo tipo de enfermedades. La
adicción al alcohol o las drogas, los intentos de suicidio y la
depresión se cultivan en ella.

Una mente errabunda y perezosa se expone a malos pensamientos, ideas
obsesivas y necias. Dice un antiguo proverbio chino: "Cuando los
hombres necios disponen de tiempo, sólo pueden pensar necedades."

La pereza da mucha pereza. Es como una levadura que crece y se
multiplica. Que nos fatiga por aburrimiento.

El modo más efectivo para salir de la molicie perezosa es ponerse en
acción. Romper la inercia. No es fácil ni difícil, pero se
necesita una firme determinación. Cualquier tarea servirá.

Un día, el gran maestro Nansen estaba lavando la ropa. Pasa en ese
momento un monje y exclama:
"Maestro, ¿usted haciendo esas tareas?"
"Qué –dijo Nansen enarbolando sus calzones- ¿acaso no es
lo que hay que hacer con estas cosas?"

Desde siempre, el zen ha comprendido las virtudes del trabajo físico.
La actividad corporal tonifica el cuerpo, desembota la mente, libera el
espíritu de depresiones y melancolías.

El trabajo es una bendición, nuestra capacidad natural de expresarnos
en este mundo, la mejor medicina para nuestra salud y para liberarnos de
la gran pereza que nos produce la pereza.

miércoles, 22 de febrero de 2012

"la extraña vida de ivan soskin"

FRagmento: consejo del Mago

"...Aun hombre sólo se le puede dar lo que puede usar; y él únicamente puede usar aquello por lo que ha sacrificado algo. Esta es la ley de la naturaleza humana. Así que si un hombre quiere tener ayuda para adquirir un conocimiento importante o nuevos poderes, debe sacrificar otras cosas importantes para él al momento. Además, él únicamente puede lograr el tanto que ha dado por ello.
Hay dificultades adicionales debidas a su estado. Él no puede saber exactamente lo que
puede lograr, pero si él se da cuenta de la desesperanza de su situación estará de acuerdo en hacer sacrificios, aún sin saberlo. Y estará orgulloso de hacerlo, porque únicamente de esta manera puede adquirir la posibilidad de ganar algo nuevo o el cambio propio; pues si no sacrifica nada, luego todo quedará igual para él o puede llegar a ser peor...."

domingo, 10 de enero de 2010

LA GUERRA SANTA- RENÉ DAUMAL



Voy a escribir un poema sobre la guerra.
Tal vez no sea un verdadero poema, pero será sobre una verdadera guerra.
No será un verdadero poema porque el verdadero poeta no está aquí.
Si
estuviera cesaría el ruido entre la multitud, se haría primero un gran
silencio, un silencio pesado, un silencio preñado de mil truenos.

Veríamos
al poeta y palidecerían nuestras pobres sombras. Lo odiaríamos por ser
tan real, nosotros los débiles, los enojados, nosotros los todo-cosa.
Estaría
aquí, agotado por los mil truenos de la multitud de enemigos que
contiene –porque los contiene y los satisface cuando quiere- ,
incandescente de dolor y de sagrada cólera pero tan tranquilo como un
pirotécnico,
Y abriría en el gran silencio una pequeña canilla, la muy pequeña canilla del molino de palabras.
De allí saldría un poema, un poema tal, que uno se pondría verde.

Lo
que voy a hacer no será un verdadero poema poético de poeta, porque si
la palabra “guerra” fuese pronunciada en un verdadero poema, esa
guerra, la verdadera guerra de la que hablaría el poeta, la guerra sin
piedad, la guerra sin pactos ni compromisos se encendería
definitivamente en nuestros corazones.

Tampoco será un discurso
filosófico, porque para ser filósofo, para amar la verdad más que a mí
mismo, hay que estar muerto para el error, hay que haber matado a las
traidoras complacencias del sueño y de la cómoda ilusión. Pero eso es
la meta y el fin de la guerra , y la guerra apenas ha comenzado, hay
todavía traidores para desenmascarar.

Tampoco será obra de
ciencia, porque para ser científico, para ver y amar las cosas tal cual
son, hay que ser uno mismo, y amar es verse tal cual uno es. Hay que
haber roto los espejos mentirosos, haber matado con mirada implacable
los fantasmas insinuantes. Pero eso es la meta y el fin de la guerra, y
la guerra recién ha comenzado, hay todavía máscaras que arrancar.

No
será tampoco un canto entusiasta, ya que el entusiasmo sólo es estable
cuando el dios se ha levantado, cuando los enemigos no son más que
fuerzas sin formas, cuando el estruendo de la guerra repica a todo
trapo. Pero la guerra apenas ha comenzado y nosotros todavía no hemos
arrojado al fuego nuestro juego de cama.

Todavía no será una
invocación mágica, porque el mago dice a su dios: “Haz lo que me gusta”
y rehúsa hacer la guerra a su peor enemigo, si el enemigo le gusta.
Ni
será un ruego de creyente, porque el creyente dice a su dios: “Haz lo
que quieras” y para eso se ha tenido que meter el hierro y el fuego en
las entrañas de su más querido enemigo. Y eso es el hecho de la guerra.
Pero la guerra apenas ha comenzado.

Será un poco todo eso, un
poco de esperanza y un esfuerzo hacia todo eso y también será un
llamado a las armas. Un llamado que el juego de los ecos podrá
devolverme y que otros, tal vez escucharán.


Ahora podéis adivinar de qué guerra quiero hablar.
De
las otras guerras, de las que sufrimos, no hablaré. Si hablara de ellas
sería literatura común, un sustituto, una excusa. Así como empleé la
palabra “terrible” cuando aún no tenía la piel de gallina. Así usé la
expresión “reventar de hambre” cuando aún no había llegado a robar en
los escaparates. Como hablé de “locura” antes de haber intentado mirar
el infinito por el ojo de la cerradura. Así como hablé de la muerte
antes de haber sentido en mi lengua el gusto de sal de lo irreparable.
Como hablan de pureza algunos que siempre se consideraron superiores al
cerdo doméstico. Así como quienes adoran y repintan sus cadenas hablan
de libertad y algunos que sólo aman la sombra de sí mismos hablan de
amor, o de sacrificio quienes por nada se cortarían el dedo más
pequeño. O de conocimiento quienes se disfrazan ante sus propios ojos.
Así como nuestra gran enfermedad es hablar para no ver nada.
Sería
un sustituto impotente, como los viejos y los enfermos que hablan con
gusto de los golpes que dan o reciben los jóvenes elegantes.

¿Tengo entonces el derecho de hablar de la otra guerra mientras no está, quizás, definitivamente encendida en mí?
Sí,
tal vez no tenga el derecho, pero “no tener el derecho” puede
significar “tener el deber” y, sobre todo, “la necesidad”, ya que nunca
tendré demasiados aliados.


Intentaré, entonces, hablar de la guerra santa.

¡Pueda
ella estallar de manera irreparable! Cada tanto se enciende, pero nunca
por mucho tiempo. Ante los primeros signos de victoria me admiro en el
triunfo, me hago el generoso y pacto con el enemigo. Hay traidores en
la casa, pero tienen cara de amigos, ¡Sería tan desagradable
desenmascararlos! Ocupan su lugar junto al fuego, tienen sus sillones y
sus pantuflas; vienen cuando estoy somnoliento, me hacen un cumplido,
me cuentan una historia palpitante o divertida, me traen flores o
golosinas o algún hermoso sombrero de plumas. Hablan en primera
persona, creo escuchar mi voz, es mi voz que creo emitir: “Yo soy... yo
sé... yo quiero...”
Mentiras. Mentiras metidas en mi carne, abscesos
que me gritan: “ No nos revientes! Tenemos la misma sangre!” ; pústulas
que lloriquean: “Somos tu único bien, tu único ornamento, sigue
nutriéndonos, no te cuesta tanto!”
Son muchos, son encantadores y
lastimeros, son arrogantes y me chantajean, hacen alianzas...esos
bárbaros no respetan nada –nada verdadero, quiero decir, ya que delante
de todo lo demás se retuercen de respeto. Gracias a ellos tengo forma,
ocupan el lugar y tienen la llave del cajón de las máscaras. Me dicen:
“Nosotros te vestimos; cómo harías sin nosotros para aparecer en el
mundo?”
¡Oh, antes mejor ir desnudo como un gusano!


Para
combatir a esos ejércitos sólo tengo una pequeña espada apenas
perceptible; corta como una navaja, es verdad, y es muy asesina. Pero
es tan pequeña que la pierdo a cada rato. Nunca sé dónde la guardé. Y
cuando por fin la encuentro, me parece muy pesada de llevar y muy
difícil de manejar, mi mortífera pequeña espada.

Yo sé decir apenas algunas palabras, que son más bien vagidos, en cambio ellos hasta saben escribir.
Hay
siempre uno en mi boca que acecha mis palabras cuando quiero hablar.
Las escucha, guarda todo para sí y habla en mi lugar, con las mismas
palabras pero con su inmundo acento. Y gracias a él se me respeta y se
me juzga inteligente (pero los que saben no se equivocan; pueda yo
escuchar a los que saben!)
Esos fantasmas me roban todo. Y después
pretenden que los compadezca. “Nosotros te protegemos, te expresamos,
te hacemos valer y tú quieres asesinarnos! Te destrozas a ti mismo
cuando nos tratas mal, cuando golpeas con maldad nuestra sensible
nariz, la nuestra, la de tus buenos amigos.”
Y la sucia piedad con
todas sus tibiezas viene a debilitarme. Contra todos ustedes,
fantasmas, toda la luz! Bastará que encienda la lámpara para que
callen, que abra un ojo para que desaparezcan.
Porque están esculpidos de vacío, envejecidos por la nada.
Contra ustedes, la guerra hasta el final! Ninguna piedad, ninguna tolerancia. Un sólo derecho: el derecho de no ser más.

Pero
ahora, otra es la canción. Se sienten señalados y se muestran
conciliadores: “Sí, tú eres el amo. ¿Pero qué es un amo sin servidores?
Déjanos permanecer en nuestros modestos lugares, prometemos ayudarte.
Imagina, por ejemplo, que quieras escribir un poema. ¿Qué harías sin
nosotros?” Sí, rebeldes, un día volveré a poneros en vuestros sitios.
Os doblegaré bajo mi yugo. Os alimentaré con heno y os pegaré todas las
mañanas. Mientras succionéis mi sangre y robéis mis palabras, Oh, más
vale no escribir poemas!
Esa es la maravillosa paz que me proponen.
Cerrar los ojos para no ver el crimen. Que me agite de la mañana a la
noche para no ver a la muerte con la boca siempre abierta. Que me crea
victorioso antes de haber luchado. ¡Paz de mentira!
Que me acomode en las propias cobardías, ya que todo el mundo se acomoda. ¡Paz de vencidos!
Un
poco de mugre, un poco de embriaguez, un poco de blasfemia bajo
palabras espirituales. Una mascarada de virtud, un poco de pereza y
ensoñación, o mucha, si uno es artista, un poco de todo eso y alrededor
muchas palabras hermosas. Esa es la paz que proponen. ¡Paz de vendidos!
Y
para salvaguardar esa paz vergonzosa, uno hará de todo, también la
guerra a sus semejantes. Porque existe una vieja y segura receta para
conservar esta paz: acusar siempre a los otros
¡Paz de traición!

Ahora
sabéis que quiero hablar de la guerra santa. Aquel que se haya
declarado esta guerra, ése está en paz con sus semejantes. Y aunque
todo en él sea campo de la más violenta de las batallas, en el fondo
del fondo de sí mismo reinará una paz más activa que todas las guerras.
Y cuanto más reine la paz en el interior de sí, en el silencio y la
soledad central, con mayor rabia se abatirá la guerra contra el tumulto
de las mentiras, contra la gran ilusión.

En ese vasto silencio
envuelto en gritos de guerra, escondido del afuera por el huyente
espejismo del tiempo, el eterno vencedor escucha las voces de otros
silencios. Solo, después de haber roto la ilusión de no estar solo, ya
no está solo por estar solo.
Pero estoy separado de él por ejércitos
de fantasmas que quiero aniquilar. ¡Pueda yo un día instalarme en esa
ciudadela! Sobre las murallas, ¡sea destrozado hasta el hueso para que
el tumulto no llegue a la cámara real!
“¿Mataré?”, pregunta Arjuna,
el guerrero. “Mata” se le responde, “si eres un matador no tienes
elección”. Pero si tus manos enrojecen con la sangre de los enemigos,
no dejes que ni una sola gota salpique la cámara real, donde espera el
vencedor inmóvil.

“¿Pagaré el tributo al César?”, preguntó otro.
“Paga” se le responde. Pero no dejes al César echar una sola mirada
sobre el tesoro real.

Y yo, que en el mundo del César no tengo otra arma que la palabra,
Yo, que en el mundo del César no tengo otra moneda que la palabra,
Hablaré?
Hablaré, para llamarme a la guerra santa.
Hablaré, para denunciar a los traidores que he alimentado.
Hablaré, para que mis palabras avergüencen a mis acciones,
Hasta el día en que una paz acorazada de truenos reine en la cámara del eterno vencedor.

Y
porque he empleado la palabra “guerra” –y esa palabra “guerra” hoy no
es más que un simple ruido que las gentes instruidas hacen con sus
bocas- y esa palabra es ahora una palabra seria y cargada de sentido.
Sabrán que hablo seriamente y que no son vanos ruidos que hago con mi
boca.


René Daumal
Primavera de 1940

sábado, 24 de octubre de 2009

EL MAGO Y LAS OVEJAS.

"Hay una historia oriental que habla acerca de un mago muy rico que tenía muchas ovejas. Pero al mismo tiempo este mago era muy malvado. No quería contratar pastores, ni quería levantar una cerca alrededor de la pradera donde pastaban sus ovejas. A consecuencia de esto las ovejas a menudo se perdían en el bosque, caían en cañadas y demás, y sobre todo se escapaban, porque sabían que el mago quería su carne y sus pieles y esto no los gustaba.

"Al fin el mago encontró un remedio. Hipnotizó a sus ovejas y les hizo creer primero que nada que eran inmortales y que no se les estaba haciendo ningún daño cuando les quitaban la piel, que, al contrario, sería muy bueno para ellas e incluso placentero; en segundo lugar les hizo creer que el mago era un buen amo que amaba a su rebaño tanto que estaba listo para hacer cualquier cosa en el mundo por él; y en tercer lugar les hizo creer que si algo les fuera a ocurrir no les iba a pasar en ese momento, en cualquier caso no ese día, y por lo tanto no tenían necesidad de pensar acerca de ello. El mago incluso les hizo creer que eran leones, a otros que eran águilas, a otros que eran hombres, y a otros que eran magos.

"Y después de esto todas sus preocupaciones acerca de las ovejas llegaron a su fin. Nunca más escaparon sino que tranquilamente esperaban el momento en que el mago requiriera de su carne y su piel".


lunes, 1 de junio de 2009

La Disolución de la Orden de la Estrella


La Orden de la Estrella se fundó en 1911 para proclamar la venida del Maestro Krishnamurti. El 2 de agosto de 1929, el día de la apertura del Campamento anual de la Estrella en Ommen, Holanda, Krishnamurti disolvió la Orden ante 3000 miembros. Lo que él dijo entonces es igualmente válido hoy.


Vamos a discutir esta mañana la disolución de la Orden de la Estrella. Se alegrarán muchas personas, y otros estarán bastante tristes. No es una cuestión para regocijarse ni para entristecer, porque es inevitable, como voy a explicar.

Ustedes recordarán la historia de cómo el diablo y un amigo suyo estaban caminando calle abajo, cuando vieron delante de ellos un hombre inclinarse y recoger algo de la tierra, mirarlo, y guardarlo en su bolsillo. Dijo el amigo al diablo: "¿Qué recogió ese hombre?". "Él recogió un pedazo de Verdad", dijo el diablo. "Ése es un mal negocio para usted, entonces", dijo su amigo. "Oh, para nada," contestó el diablo, "yo voy a permitirle organizarlo."

Yo mantengo que la Verdad es una tierra sin caminos, y ustedes no pueden acercársele en absoluto por ningún camino, por ninguna religión, por ninguna secta. Ése es mi punto de vista, y adhiero a él absolutamente e incondicionalmente. La Verdad, siendo ilimitada, incondicionada, inaccesible por cualquier camino en absoluto, no puede organizarse; ni se debe formar una organización para conducir o para forzar a la gente a lo largo de cualquier camino determinado. Si ustedes entienden primero esto, entonces verán cómo es imposible ordenar una creencia. Una creencia es puramente una cuestión individual, y usted no puede y no debe organizarla. Si usted lo hace, se transforma en muerta, cristalizada; se convierte en un credo, una secta, una religión, para ser impuesta a otras. Esto es lo que todos a lo largo del mundo estamos intentando hacer. La verdad se limita y se hace un juguete para aquellos que son débiles, para aquellos que sólo están disgustados momentáneamente. La verdad no se puede limitar, más bien el individuo debe hacer el esfuerzo de ascender a ella. Usted no puede traer la cima de la montaña al valle. Si usted quiere alcanzar la cima de la montaña, debe pasar a través del valle, subir por sus laderas, sin miedo a los precipicios peligrosos. Usted debe subir hacia la verdad, no puede "ser traída abajo" o ser ordenada para usted. El interés en ideas es sostenido principalmente por organizaciones, pero las organizaciones despiertan solamente interés desde afuera. El interés, que no nació por amor a la Verdad en sí misma, sino que fue despertado por una organización, no tiene ningún valor. La organización se convierte en un armazón en el cual sus miembros pueden encajar convenientemente. Ellos ya no se esfuerzan por alcanzar la Verdad o la cima de la montaña, sino que tallan para ellos mismos un nicho conveniente donde guardarse, o permiten que la organización los guarde, y consideran que la organización los llevará por eso a la Verdad.

Esa es la primer razón, desde mi punto de vista, de por qué debe disolverse la Orden de la Estrella. A pesar de esto, ustedes formarán otras Órdenes probablemente, continuarán perteneciendo a otras organizaciones que buscan la Verdad. Yo no quiero pertenecer a ninguna organización de tipo espiritual, por favor entienda esto. Yo haría uso de una organización que me llevara a Londres, por ejemplo; éste es un tipo diferente de organización, meramente mecánico, como el poste o el telégrafo. Utilizaría un automóvil de motor o un buque de vapor para viajar, éstos son sólo mecanismos físicos que no tienen nada que ver con espiritualidad. De nuevo, yo mantengo que ninguna organización puede llevar al hombre a la espiritualidad.

Si una organización es creada para este propósito, se vuelve una muleta, una debilidad, una esclavitud, y deja inválido al individuo, y le impide crecer, establecer su singularidad, miente en el descubrimiento por sí mismo de lo absoluto, de la verdad incondicionada. Esta es otra razón por la que he decidido, siendo la cabeza de la Orden, disolverla. Nadie me ha persuadido a esta decisión.

Éste no es ningún hecho extraordinario, porque yo no quiero seguidores, y quiero explicar esto. En el momento en que usted sigue a alguien, usted deja de seguir a la Verdad. Yo no estoy interesado si usted presta atención a lo que digo o no. Quiero hacer algo en el mundo y voy a hacerlo con concentración firme. Me estoy refiriendo solamente a una cosa esencial: liberar al hombre. Yo deseo librarlo de todas las jaulas, de todos los miedos; y no fundar religiones, nuevas sectas, ni establecer nuevas teorías ni nuevas filosofías. Entonces usted me preguntará naturalmente por qué viajo por el mundo y hablo continuamente. Le diré por qué razón hago esto: no porque desee a un partidario, no porque desee un grupo de discípulos especiales. (¡Cómo aman los hombres ser diferente de sus compañeros, sin embargo cuán ridículas, absurdas y triviales pueden ser sus distinciones! Yo no quiero animar esa absurdidad.) No tengo ningún discípulo, ningún apóstol, ni en la tierra ni en el reino de la espiritualidad.

Ni el señuelo de dinero, ni el deseo de vivir una vida cómoda me atrae. ¡Si yo quisiera llevar una vida cómoda no vendría a un Campamento o viviría en un país húmedo! Estoy hablando francamente porque quiero dejar esto claro de una vez por todas. No quiero discusiones infantiles año tras año.

Un reportero que me entrevistó consideró un acto magnífico disolver una organización en que había miles y miles de miembros. Para él era un gran acto porque, dijo: "¿Qué hará usted después, cómo vivirá usted? No tendrá ningún partidario, las personas ya no lo escucharán." Si hay sólo cinco personas que escucharán, que vivirán, que vuelvan sus caras hacia la eternidad, será suficiente. ¿De qué sirve tener miles que no entienden, que estén totalmente llenos de prejuicios, que no quieren lo nuevo, pero traducirían más bien lo nuevo para satisfacer sus propios egos estériles, estancados? Si yo hablo fuertemente, por favor no me entiendan mal, no es por falta de compasión. ¿Si usted va a un cirujano por una operación, no es bondadoso de su parte operar aun cuando él le cause dolor? Así pues, de modo semejante, si hablo rectamente, no es por carecer de verdadero amor.

Como he dicho, tengo solamente un propósito: hacer al hombre libre, para impulsarlo hacia la libertad, ayudarle a romper todas las limitaciones, porque solo ello le dará felicidad eterna, lo dará la realización incondicional de sí mismo.

Porque soy libre, no condicionado, entero -no una parte, no relativo, sino la Verdad entera que es eterna- deseo a aquellos que buscan entenderme, para ser libres; no seguirme, no hacer de mí una jaula que se volverá una religión, una secta. Más bien deben ser libres de todo miedo, del miedo a la religión, del miedo a la salvación, del miedo a la espiritualidad, del miedo al amor, del miedo a la muerte, del miedo a la vida misma. Como un artista que pinta un cuadro porque siente deleite en esa pintura, porque es su auto expresión, su gloria, su bienestar, así es que yo hago esto y no porque deseo cualquier cosa de cualquier persona.

Ustedes están acostumbrados a la autoridad, o a la atmósfera de autoridad que piensan los llevará a la espiritualidad. Ustedes piensan y esperan que otro pueda, por su extraordinario poder -un milagro- transportarlos a este reino de libertad eterna que es la Felicidad. Su perspectiva entera de vida está basada en esa autoridad.

Ustedes me han escuchado durante tres años, sin ninguna transformación, excepto en unos pocos. Ahora analicen lo que estoy diciendo, sean críticos, para que puedan entender completamente, fundamentalmente. Cuando usted busca una autoridad para llevarlo a la espiritualidad, usted está automáticamente obligado a construir una organización alrededor de esa autoridad. Por la misma creación de esa organización que, usted piensa, ayudará a esta autoridad a llevarlo a la espiritualidad, usted se aprisiona en una jaula.

Si hablo francamente, por favor recuerden que lo hago no por aspereza, no por crueldad, ni por falta de entusiasmo en mi propósito, sino porque quiero que entiendan lo que estoy diciendo. Ésa es la razón de por que ustedes están aquí, y sería una pérdida de tiempo si yo no explicara claramente, decididamente, mi punto de vista.

Durante dieciocho años se han estado preparando para este evento, para la Venida del Maestro del mundo. ¡Durante dieciocho años ustedes han organizado, han buscado a alguien que les daría un nuevo deleite a sus corazones y mentes, que transformaría su vida entera, que les daría una nueva comprensión; a alguien que les educaría a un nuevo plano de la vida, que les daría un nuevo estímulo, que los haría libre; y ahora miren lo que está pasando! Consideren, razonen por ustedes mismo, y descubran de qué manera la creencia no los ha hecho diferentes, con la diferencia superficial de llevar una insignia que es trivial, absurda. ¿De qué manera ha barrido esta creencia todas las cosas no esenciales de la vida? Ésa es la única manera de juzgar: ¿de qué manera está usted más libre, más pleno, más peligroso para cada sociedad que esté basa da en lo falso y lo no esencial? ¿De qué manera los miembros de esta organización de la Estrella se vuelven diferentes?

Como he dicho, ustedes se ha estado preparando durante dieciocho años para mí. A mí no me interesa si creen que yo soy el maestro del mundo o no. Eso es de importancia muy pequeña. Puesto que ustedes pertenecen a la organización del Orden de la Estrella, ustedes han dado su simpatía, su energía, reconociendo que Krishnamurti es el maestro, parcialmente o totalmente: totalmente para aquellos que realmente están buscando, sólo parcialmente para aquellos que están satisfecho con sus propias medio-verdades.

Ustedes se han estado preparando durante dieciocho años, y miren cuántas dificultades hay en su manera de comprensión, cuántas complicaciones, cuántas cosas triviales. Sus prejuicios, sus miedos, sus autoridades, sus iglesias nuevas y viejas; todo esto, yo mantengo, es una barrera para entender. No puedo explicarme más claramente. Yo no quiero que usted esté de acuerdo conmigo, no quiero que me siga, yo quiero que usted entienda lo que estoy diciendo.

Esta comprensión es necesaria porque su creencia no lo ha transformado, sólo lo ha complicado, y porque usted no está dispuesto a hacer frente a las cosas tal cual son. Usted quiere tener su propio dios, nuevos dioses en lugar de las religiones viejas, nuevas formas en lugar de las viejas, nuevo en lugar de lo viejo, todo igualmente sin valor, todas las barreras, todas las limitaciones, todas las muletas. En lugar de las distinciones espirituales viejas usted tiene nuevas distinciones espirituales, en lugar de los cultos viejos usted tiene nuevos cultos. Ustedes están dependiendo para su espiritualidad de alguien más, para su felicidad de algún otro, para su esclarecimiento de algún otro; y aunque ustedes han estado preparándose para mí durante dieciocho años, cuando digo que todas estas cosas son innecesarias, cuando digo que deben poner todo lejos y mirar dentro de ustedes mismos para el esclarecimiento, para la gloria, para la purificación, y para la incorruptibilidad del uno mismo, ninguno de ustedes está deseoso de hacerlo. Puede haber unos, pero muy, muy pocos.

¿Entonces por qué tener una organización?

¿Por qué tener personas falsas, hipócritas, que me siguen como la encarnación de la Verdad? Por favor recuerden que no estoy diciendo algo áspero o duro, pero nosotros hemos alcanzado una situación cuando ustedes deben enfrentar las cosas tal cual son. Dije el año pasado que no me comprometería. Muy pocos me escucharon entonces. Este año la he hecho absolutamente claro. Yo no sé cuántos miles de miembros a lo largo del mundo se han estado preparando para mí durante dieciocho años, pero ellos no están dispuestos ahora a escuchar, incondicional, enteramente, a lo que digo.

¿Entonces por qué tener una organización?

Cuando dije antes, que mi propósito es hacer a los hombres incondicionalmente libres, porque mantengo que la única espiritualidad es la incorruptibilidad del sí mismo, que es eterno, que es la armonía entre la razón y amor. Esto es el absoluto, la Verdad no condicionada que es la Vida misma. Quiero por consiguiente hacer al hombre libre, dichoso como el pájaro en el cielo claro, aliviado, independiente, extasiado en esa libertad. Y yo, para quien usted se ha estado preparando durante dieciocho años, ahora digo que usted debe estar libre de todas estas cosas, libre de sus complicaciones, sus enredos. Para esto usted no necesita tener una organización basada en una creencia espiritual. ¿Por qué tener una organización para cinco o diez personas en el mundo que entienden, que están esforzándose, que han apartado todas las cosas triviales? Y para las personas débiles, no puede haber ninguna organización para ayudarlos a encontrar la Verdad, porque la Verdad está en todos; no está lejana, no está cercana; está eternamente allí.

Las organizaciones no pueden hacerlos libres. Ningún hombre puede hacerlos libres; ni lo puede la adoración ordenada, ni la inmolación de ustedes mismos para una causa; ni formándose una organización, ni lanzándose en trabajos, puede hacerlos libres. Usted usa una máquina de escribir para escribir cartas, pero usted no la pone en un altar y le rinde culto. Pero eso es lo que usted está haciendo cuando las organizaciones se convierten en su principal preocupación. "¿Cuántos miembros hay allí?" Ésa es la primer pregunta que me hacen todos los reporteros. "¿Cuántos seguidores tiene? Por su número nosotros juzgaremos si lo que usted dice es verdad o falso." Yo no sé cuántos hay. No me preocupo por eso. Como he dicho, si hay un solo hombre que fue libre, incluso eso es bastante.

Una vez más, usted tiene la idea que solamente cierta gente tiene la llave del reino de la felicidad. Nadie la tiene. Nadie tiene la autoridad para tener esa llave. Esa llave es su propio Ser, y en el desarrollo y la purificación y en la incorruptibilidad de ese Ser solo está el Reino de la Eternidad.

Entonces ustedes verán cuan absurda es la estructura que han construido, buscando ayuda externa, dependiendo de otros para su consuelo, para su felicidad, para su fuerza. Éstos sólo pueden encontrarse dentro de ustedes mismos.

¿Entonces por qué tener una organización?

Usted está acostumbrado a escuchar cómo ha adelantado, cual es su estado espiritual. ¡Qué infantil! ¿Quién sino usted mismo puede decirle si usted es hermoso o feo por dentro? ¿Quién sino usted mismo puede decirle si usted es incorruptible? Usted no es serio en estas cosas.

¿Entonces por qué tener una organización?

Pero aquellos que realmente desean entender, que están buscando encontrar aquello que es eterno, sin comienzo y sin un final, caminarán con una intensidad mayor, serán un peligro para todo lo que es no esencial, para lo irreal, para las sombras. Y ellos se concentrarán, ellos se volverán la llama, porque ellos entienden. Tal es el cuerpo que debemos crear, y ése es mi propósito. Debido a esa comprensión real habrá verdadera amistad. Debido a esa verdadera amistad -que ustedes no parecen conocer- habrá allí cooperación real por parte de cada uno. Y esto no debido a la autoridad, no debido a la salvación, no debido a la inmolación para una causa, sino porque usted entiende, y por lo tanto es capaz de vivir en lo eterno. Ésta es una cosa mayor que todo el placer, que todo el sacrificio.

Éstas son tan algunas de las razones por las que, después de la consideración cuidadosa por dos años, he tomado esta decisión. No es un impulso momentáneo. Ninguna persona me ha persuadido a ella. Me no persuaden en tales cosas. Por dos años he estado pensando en esto, lentamente, cuidadosamente, pacientemente, y ahora he decidido disolver la orden. Ustedes pueden formar otras organizaciones y esperar a algún otro. Por eso yo no me preocupo, ni en crear nuevas jaulas, ni nuevas decoraciones para esas jaulas. Mi única preocupación es hacer a los hombres absolutamente, incondicionalmente libres.



Krishnamurti

viernes, 20 de febrero de 2009

HISTORIA DE LOS HOMBRES-HUECOS Y DE LA ROSA AMARGA




Los hombre huecos viven en la piedra, se pasean por ella como cavernas móviles. Se pasean sobre el hielo como burbujas de forma humana. Pero no se aventuran por el aire, pues se los llevaría el viento.

Poseen casas en la piedra, cuyas paredes están hechas de agujeros, y carpas en el hielo cuya tela es de burbujas. Durante el día permanecen dentro de la piedra, pero de noche vagan por el hielo y bailan a la luz de la luna. Jamás ven el sol, pues de hacerlo explotarían.

El vacío es su único alimento, comen la forma hueca de los cadáveres y se embriagan de palabras huecas, de todas las palabras huecas pronunciadas por nosotros.

Hay quienes dicen que desde siempre han sido y por siempre serán. Y hay quienes dicen que son muertos. Y también están los que opinan que cada ser viviente posee su hombre-hueco en la montaña – en la misma forma en que la espada tiene su vaina, el pie su huella- y que al morir se juntan y forman uno solo.

En la aldea de las Cien-casas vivían el viejo sacerdote-mago Kissé y su mujer Hule-hulé. Tenían dos hijos, dos mellizos que en nada se diferenciaban, llamados Mo y Ho. Hasta su madre los confundía. Para reconocerlos, el día en que se les impusieron sus nombres, le colocaron a Mo un collar con una crucecita y a Ho un collar con un anillito.

Una onda preocupación aquejaba al viejo Kissé. Según la costumbre, debía sucederle su hijo mayor. Pero, ¿Cuál era su hijo mayor? ¿Acaso lo tenía siquiera?

Al llegar a la adolescencia, Mo y Ho ya eran montañeses hechos. Se los apodaba “los dos Todo-atraviesa”. Un día su padre les dijo: “A aquel de ustedes que me traiga la Rosa-Amarga le transmitiré la gran sabiduría.”

La Rosa-Amarga se halla en la cima de los picos más elevados. Y el que come de ella, en cuanto quiere decir una mentira grande o chica, siente un terrible ardor en la lengua. Aún puede mentir, pero queda advertido. Algunos han visto a lo lejos la Rosa-Amarga: cuentan que se parece a un enorme liquen multicolor o a un enjambre de mariposas. Pero nadie ha conseguido nunca arrancarla pues el menor estremecimiento de temor cerca de ella la asusta y se esconde entre las rocas. Y, aunque se la desea siempre se teme un poco poseerla, y entonces desaparece de inmediato.

Al hablar de una acción imposible o de una empresa absurda, se dice: “es como querer ver la noche en pleno día” o bien: “es como querer iluminar al sol para verlo mejor”, pero también puede decirse: “es como querer conseguir la Rosa-Amarga”.

Mo ha tomado sus cuerdas, su martillo, su hacha y sus garfios de hierro. Lo ha sorprendido el sol en el flanco del pico Rompe-nubes. Como lagartija, a veces como araña, va subiendo las altas paredes rojas, entre el blanco de las nieves y el azul-negro del cielo. A veces lo envuelven nubecillas ligeras y luego, súbitamente, lo devuelven a la luz. Per de pronto divisa a la Rosa-Amarga un poco más arriba de donde él está, y la Rosa-Amarga brilla con colores que no son los siete colores. Constantemente repite el sortilegio que su padre le ha enseñado para protegerlo del miedo.
Ahora necesitaría un pico, con estribo de cuerda, para montar al caballo de piedra encabritado. Golpea con el martillo y la mano se le hunde en un agujero. Hay un hueco debajo de la piedra. Destroza la corteza y entonces ve que el hueco tiene forma humana: torso, piernas, brazos y también huecos en forma de dedos separados como de miedo; lo que él ha hundido con su martillazo es la cabeza.

Corre un viento frío sobre la piedra. Mo ha matado a un hombre-hueco. Se estremece y la Rosa-Amarga se esconde en la roca.

Mo desciende a la aldea y le dice a su padre: “He matado a un hombre-hueco. Pero he visto a la Rosa-Amarga y mañana iré a buscarla.

El viejo Kissé se tornó sombrío. Presentía una procesión de desgracias. Dijo: “Guárdate de los hombres-huecos. Querrán vengar su muerto. No pueden penetrar en nuestro mundo, pero sí llegan hasta la superficie de las cosas.

Al día siguiente, al alba, Hule-hulé, la madre, profirió un gran grito, se levantó y corrió hacia la montaña. Al pie de la gran muralla roja estaba la ropa de Mo, sus cuerdas y su martillo y su medalla con la cruz. Peo el cuerpo había desaparecido.

-¡Ho, hijo mío! –gritó al volver- hijo mío, han matado a tu hermano!

Ho se yergue con los dientes apretados mientras se le arruga la piel de cráneo. Toma su hacha y quiere partir. Su padre le dice: “Escucha, primero. Esto es lo que hay que hacer. Los hombres-huecos se han apoderado de tu hermano y lo han convertido en hombre-hueco. Pero él querrá escapárseles. Irá allí donde se amontonan las piedras en el glaciar límpido, irá allí para buscar la luz. Ponte alrededor del cuello su medalla y la tuya. Entonces ve hacia él y golpéalo en la cabeza. Entra en la forma de su cuerpo y Mo tornará a vivir entre nosotros. No temas matar a un muerto”.

Ho mira ávidamente al hielo azul del límpido glaciar. ¿Será acaso un juego de luz o son sus ojos los que se confunden, o realmente está viendo lo que cree ver? Ve formas plateadas, como buzos aceitados dentro del agua, con brazos y piernas. Y ahí está su hermano Mo, forma hueca que se escapa, y mil hombre-huecos lo persiguen, pero temen a la luz. La forma de Mo huye hacia la luz, sube hasta un gran montón de piedras azuladas y gira sobre sí misma como buscando una puerta.

Ho se abalanza aunque se le hiela la sangre en las venas y aunque se le parte el corazón le habla a su sangre, a su corazón : “no temas matar a un muerto”, golpea la cabeza rompiendo el hielo. La forma de Mo se inmoviliza, Ho destroza el hielo de las piedras y penetra en la forma de su hermano, como una espada en su vaina, o un pie en su huella. Da codazos, se sacude y arranca las piernas de entre el molde de hielo.
Entonces oye que le hablan con palabras de un idioma nunca antes hablado por él. Comprende que es Ho y Mo al mismo tiempo. Todos los recuerdos de Mo están ahora en su memoria junto con el camino del pico Rompe-nubes y la morada de la Rosa-Amarga.

Lleva en el cuello el anillo y la cruz y se acerca a Hule-hulé: “Madre, ya no será para ti difícil reconocernos, Mo y Ho están en un solo cuerpo, soy tu único hijo Moho”.

El anciano Kissé vertió dos lágrimas ,se le desarrugó el ceño. Pero aún lo asaltaba una duda. Le dijo a Moho: “Eres mi único hijo, Ho y Mo ya no tienen por qué distinguirse uno de otro”.

Pero Mo le habló con certeza: “Ahora sí puedo llegar hasta la Rosa-Amarga. Mo conoce el camino, Ho sabe qué debe hacerse. Habiendo dominado el miedo, conseguiré la flor del discernimiento”.

Recogió la flor, el saber fue suyo, y el anciano Kissé pudo abandonar este mundo.

Rene Daumal - (fragmento de "Mount Analogue")

viernes, 12 de diciembre de 2008

La conjuración sagrada (Georges Bataille)

Ante la publicación de un libro con una selección de los artículos de la revista Acéphale (editorial Caja negra), compartimos este grandioso texto que sirvió como suerte de manifiesto o declaración inaugural en 1939, año de publicación de los cuatro únicos números de la revista.


La conjuración sagrada

Una nación ya vieja y corrompida que valientemente se sacudiera el yugo de su gobierno monárquico para adoptar uno republicano, sólo se mantendría mediante muchos crímenes, puesto que ya está en el crimen, y si quisiera pasar del crimen a la virtud, es decir, de un estado violento a un estado calmo, caería en una inercia cuyo resultado inmediato sería su ruina segura.

SADE

Lo que tenía un aspecto político y creía ser político, un día se descubrirá como movimiento religioso.

KIERKEGAARD

Actualmente solitarios, ustedes que viven separados, serán algún día un pueblo. Quienes se señalaron a sí mismos un día formarán un pueblo señalado y de ese pueblo nacerá la existencia que supere al hombre.

NIETZSCHE

Lo que hemos emprendido no debe confundirse con ninguna otra cosa, no puede limitarse a la expresión de un pensamiento ni mucho menos a lo que se considera justamente como arte.

Es necesario producir y comer: muchas cosas son necesarias pero todavía no son nada y lo mismo ocurre con la agitación política.

¿Quién, antes de haber luchado hasta el fin, piensa en hacerle lugar a hombres a los que es imposible mirar sin sentir la necesidad de destruirlos? Pero si no se pudiera encontrar nada más allá de la actividad política, la avidez humana sólo se toparía con el vacío.


SOMOS FEROZMENTE RELIGIOSOS y en la medida en que nuestra existencia es la condena de todo lo que hoy se reconoce, una exigencia interior hace que seamos igualmente imperiosos.


Lo que emprendemos es una guerra.


Es hora de abandonar el mundo de los civilizados y sus luces. Es demasiado tarde para empeñarse en ser razonable e instruido, lo que ha llevado a una vida sin atractivos. Secretamente o no, es necesario volvernos totalmente diferentes o dejar de ser.

El mundo al que hemos pertenecido no ofrece nada para amar además de cada insuficiencia individual: su existencia se limita a su comodidad. Un mundo que no puede ser amado hasta morir –de la misma manera que un hombre ama a una mujer- representa solamente el interés y la obligación del trabajo. Si se compara con los mundos desaparecidos, resulta odioso y se muestra como el más fallido de todos. En los mundos desaparecidos, fue posible perderse en el éxtasis, lo cual es imposible en el mundo de la vulgaridad instruida. Las ventajas de la civilización son compensadas por la manera en que los hombres se aprovechan de ellas: los hombres actuales las aprovechan para convertirse en los más degradantes de todos los seres que han existido.

La vida siempre transcurre en un tumulto sin cohesión aparente, pero no encuentra su grandeza y su realidad sino en el éxtasis y en el amor extático. Quien se empeña en ignorar o en desestimar el éxtasis es un ser incompleto cuyo pensamiento se reduce al análisis. La existencia no es solamente una vida agitada, es una danza que impulsa a danzar con fanatismo. El pensamiento que no tiene como objeto un fragmento muerto existe interiormente de igual modo que las llamas.

Hay que llegar a ser lo bastante firme e inquebrantable para que la existencia del mundo de la civilización parezca finalmente insegura.

Es inútil responder a quienes pueden creer en la existencia de ese mundo y autorizarse en él: cuando hablan, es posible mirarlos sin escucharlos y, mientras se los mira, no “ver” sino lo que existe lejos detrás de ellos. Hay que rechazar el tedio y vivir solamente de lo que fascina.

Sería vano agitar e intentar atraer a ese camino a quienes tienen veleidades tales como pasar el tiempo, reír o volverse individualmente extravagantes. Hay que avanzar sin mirar atrás y sin tomar en cuenta a quienes no tienen la fuerza para olvidar la realidad inmediata.

La vida humana está excedida por servir de cabeza y de razón al universo. En la medida en que se convierte en esa cabeza y esa razón, en la medida en que se vuelve necesaria para el universo, acepta una servidumbre. Cuando no es libre, la existencia se torna vacía o neutra, y cuando es libre, es un juego. La Tierra, mientras sólo engendraba cataclismos, árboles o pájaros, era un universo libre: la fascinación de la libertad se ensombreció cuando la Tierra produjo un ser que exige la necesidad como una ley por encima del universo. El hombre sin embargo siguió siendo libre para no responder más a ninguna necesidad: es libre de parecerse a todo lo que no es él en el universo. Puede descartar el pensamiento de que él o Dios impide que el resto de las cosas sea absurda.

El hombre se escapó de su cabeza como el condenado de la prisión. Encontró más allá de sí mismo no a Dios, que es la prohibición del crimen, sino a un ser que ignora la prohibición. Más allá de lo que soy, encuentro a un ser que me hace reír porque no tiene cabeza, me llena de angustia porque está hecho de inocencia y de crimen: sostiene un arma de hierro en su mano izquierda, unas llamas similares a un sagrado corazón en su mano derecha. En una misma erupción reúne el Nacimiento y la Muerte. No es un hombre. Tampoco es un dios. No es yo, pero es más yo que yo: su vientre es el dédalo en el que se ha extraviado, en el que me extravío con él y me recobro siendo él, es decir, monstruo.

Lo que pienso y lo que imagino, no lo pensé ni lo imaginé solo. Escribo en una pequeña casa fría de una aldea de pescadores, un perro acaba de ladrar en la noche. Mi habitación está cerca de la cocina donde André Masson se mueve felizmente y canta: en el mismo momento en que escribo esto, acaba de poner en un fonógrafo el disco de la obertura de “Don Juan”. Más que cualquier otra cosa, la obertura de “Don Juan” une lo que me ha tocado de existencia con un desafío que me abre al rapto fuera de mí mismo. En este mismo instante, miro a este ser acéfalo, el intruso que componen dos obsesiones igualmente absortas, que se convierte en la “Tumba de Don Juan”. Cuando hace unos días estaba con André Masson en esa cocina, sentado, con un vaso de vino en la mano, mientras él, imaginándose de pronto su propia muerte y la de los suyos, con la vista fija, sufriendo, casi gritaba que era preciso que la muerte se volviera una muerte afectuosa y apasionada, gritando su odio hacia un mundo que impone aún sobre la muerte su pata de empleado, no podía dudar más de que el destino y el tumulto infinito de la vida humana se abrirían para quienes ya no podían existir como ojos reventados sino como videntes arrebatados por un sueño perturbador que no puede pertenecerles.

Tossa, 29 de abril de 1936.

Fuente: Bataille, Georges, “La conjuración sagrada”, en La conjuración sagrada. Ensayos 1929-1939, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2003.

Datos personales